Lo dice un dicho popular y lo cantaban los Morcheeba hace casi 20 años: «Roma no fue construida en un día».
De hecho, ni en dos ni en tres, sino que vale la pena recordar que necesitó mucho tiempo y dedicación para convertirse en el imperio que fue.
¿Lo hizo gracias a una serie de fórmulas secretas?
No, lo hizo estableciendo unos fundamentos claros, una estretegia que permitiera un crecimiento exponencial y una visión que, seguramente, fue modificando a lo largo de los años, adoptándola a lo que iba aconticiendo.
Pues así, como el Imperio Romano, funciona todo lo demás (y sin el afán de tomar el relevo de lo que representó ese periodo de la Historia para la Humanidad, claro).
Estamos viviendo en un mundo que cada vez va más rápido y que parece que no escatime en exigirnos e ir cambiando las reglas del juego, cierto, pero paremos un momento y reflexionemos: ¿acaso tenemos que incorporarlo todo?
Pues claro que no; sería una fartura demasiado grande, de esas que van directas a la indigestión, algo que ya sabes que mejor evitar.
De todos modos, eso no significa que la solución esté en obviar la realidad y no hacer nada al respecto, que tampoco sería acertado.
Entre el «todo» y el «nada» hay un punto medio, y a él se llega dando pequeños pasos, centrándonos en cada momento solo del siguiente (aun teniendo una visión del alto de la escalera, que es opcional).
Porque, asumámoslo: todo el mundo conoce, tiene y usa internet, una red de acceso universal y permanente.
Y si no estás en la red, mostrando qué haces, el mundo no podrá saber de ti, un lujo que no puedes permitirte, incluso si tienes un público fijo y te apañas con él, que la competencia es feroz y no estás para perderlo.
Y ese primer paso consiste, naturalmente, en tener una propia web cuidada y digna. Es en lo que te debes centrar, dejando un poco de lado (aunque los tengas en cuenta) todo lo demás, especialmente aquello que no depende de ti: las redes sociales y plataformas de terceros.
¿De qué te sirve promocionarte si luego decepcionas con tu propia web?
Ya habrá tiempo para una estrategia global, pero es un deber tener un centro neurálgico estupendo, que funcione, y que cubra las expectativas del que vaya a él.
Sin agobiarte ni perder tu personalidad, por supuesto, pero ofreciendo lo mejor de ti.
Y si ya tienes una web, reflexiona sobre ella y hazte estas preguntas:
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¿Es tu mejor embajadora?
¿Funciona como parte del equipo?
¿Te identificas con ella?
¿Es armónica respecto a tus valores?
¿Cumple tu identidad visual?
¿Es fácil de entender lo que ofreces?
¿Tiene una estructura clara?
¿Resuelve dudas potenciales?
¿Facilitas contactar?
¿Sabes sus puntos fuertes?
¿Atraes al público que quieres?
¿La enseñas desde la satisfacción?
Ten claro una cosa: cuidar la estructura, los mensajes, el diseño y la experiencia de usuario no es garantía de conquistar a nadie, pero es la única manera de tener la oportunidad real de hacerlo.